Hacer cineclubismo en la CDMX

Este número del Blog de los Cineclubes, lo abrimos a la palabra de los cineclubistas, de la forma en que entienden su trabajo, de cómo lo difunden y de las herramientas y acciones que usan para construir comunidad en sus localidades a través del cineclub.

Cuatro cineclubes de distintos rincones de la Ciudad de México (Cineclub Micelio, FECIBA, Encuentro Cineclub y Cineclub Culhuacan) narran sus experiencias como cineclubistas y como formadores de públicos. De igual forma Bianca Pires, investigadora de pública, nos regala una breve reflexión de la labor cineclubista en la CDMX.
Te invitamos a leer este número. 

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Encuentro Cineclub es un proyecto autónomo creado en el año 2012 por Abraham Sosa en la Colonia Miravalle, un barrio popular ubicado en la Alcaldía Iztapalapa a plenas faldas del volcán Tetlalmanche. 

La idea de hacer un cineclub en el barrio nació porque se estaba impulsando una oferta cultural a partir de la creación de un Centro Cultural dirigido a jóvenes, entonces un modelo de exhibición de cine a partir de un cineclub encajaba muy bien porque permitía realizar programación continua, explorar una diversidad de temas y contenidos de todas partes del mundo, y sobre todo porque se generaba un espacio de encuentro, reconocimiento y diálogo colectivo. 

Desde 2012 hasta 2020 el cineclub se mantuvo con una programación esporádica, cambiando de sede (aunque siempre en Miravalle) y de modalidad, se exhibía en pequeños salones que se acondicionaban para una proyección, o se tomaba el espacio público para realizar funciones de cine al aire libre. El proyecto todos estos años se mantuvo por la pura convicción de utilizar el cine como una herramienta de participación comunitaria, de contracultura y contraparte a lo que se exhibía en los cines comerciales, pero también cómo desafío para dejar de tratar al público como mero espectador pasivo. 

Mantener el proyecto nunca ha sido fácil, y no faltan quienes siguen criticando que nunca hemos programado cine comercial, disney, marvel o la película de moda, que porque “así llegaría más gente” pero al igual que los dueños del duopolio de las cadenas de cine, que ven la exhibición cinematográfica como puro negocio, para las buenas mentes conservadoras, el cine solo es un entretenimiento simple, no sirve para pensar, sino para consumir, no sirve para platicar, sino para guardar silencio, no debe incomodar, sino satisfacer, no sirve para crear comunidad, sino para destruir lo que quede de ella. 

Y así el proyecto Encuentro Cineclub sigue existiendo de 2012 a 2024, programando un cine diverso. Tan sólo en los últimos 2 años hemos exhibido más de 200 películas de cine mexicano, en una recóndita parte de la ciudad monstruo, usando el cine como detonador para hablar de problemas comunes, para reflejarnos en la pantalla y sensibilizarnos ante las otras y muchas realidades que existen más allá de lo que percibimos en nuestra realidad inmediata. 

Porque el fin primero y último es el mismo, ser y hacer comunidad a través del cine. 

 

Cineclub Culhuacán nace como una de las líneas de acción en material cultural a raíz del Programa PACMYC 2015 de la Secretaría de Cultura de la CDMX, SENDECOMUNIEMP A.C. ganamos el concurso con el Proyecto “Culhuacán y sus raíces” mediante el cual se retoman las raíces ancestrales de Culhuacán.

El Cineclub Culhuacán difunde cine en una de las zonas más marginadas de la Cdmx como lo es las colonias Emiliano Zapata y Carmen Serdán en la alcaldía Coyoacán donde la comunidad difícilmente tiene acceso a la cultura o actividades recreativa. 

Sin duda PROCINE CDMX ha sido de gran apoyo para nuestro cineclub ya que no somos expertos en la materia sin embargo la manera tan didáctica y cooperativa en que PROCINE CDMX nos orienta y capacita es de gran valía.

Nuestro público es diverso sobre todo niños y adultos mayores crear público ha sido otro reto en estas zonas donde la cultura es realmente carente y menospreciada amén de que la Alcaldía no nos favorece en nada y todo lo contrario ha cerrado y privatizado los espacios públicos los cuales en su mayoría son ocupados por vendedores de cerveza, baños públicos y salones de fiestas en alquiler.

Otro desafío es la falta de cooperatividad por parte de la comunidad quien al no percibir un sueldo difícilmente se comprometen con el proyecto su colaboración es rotativa y temporal no obstante nos complace sobremanera formar parte de la Red de cineclubes de PROCINE CDMX 

Bianca S Pires

La experiencia de exhibir cine y las posteriores conversaciones colectivas sobre lo visto y escuchado, es el eje común que reúne las numerosas maneras de celebrar cineclubes. Al pensar sobre la historia del cineclubismo en latinoamérica, hay que tomar en consideración que dichos proyectos han sido importantes espacios de encuentro, y también de resistencia a las censuras del mercado y/o de gobiernos autoritarios, que han influido en qué tipo de producciones audiovisuales llegan a nuestros circuitos exhibidores.

Al recibir la invitación de PROCINE para colaborar con el blog, comencé preguntándome sobre mis vivencias, colaboraciones y aportaciones para los estudios y experiencias cineclubistas en la CDMX. Oriunda de Rio de Janeiro, anteriormente había investigado las prácticas de los circuitos alternativos de proyección en Brasil, cuestionando ¿A qué películas (tuvieron) tienen acceso los espectadores en los cines?; ¿Cómo se han organizado los circuitos paralelos ⎯salas de cine independientes, cineclubes y festivales cinematográficos⎯ para garantizar que una mayor diversidad de películas lleguen a los públicos? Las mismas preguntas pueden ser planteadas para analizar los derechos de las audiencias y los proyectos independientes de exhibición de cine de la CDMX.

Mis primeras aproximaciones al cineclubismo practicado en la capital han sido como espectadora asistiendo a funciones presenciales, y posteriormente, durante la pandemia, en línea. De manera puntual, colaboré con el Cineclub del LAV UAM-Iztapalapa, organizando un ciclo dedicado al documental brasileño contemporáneo. Sin embargo, fue a partir de los intercambios generadas durante el curso “Los públicos de cine y circuitos alternos de exhibición en el siglo XXI”, impartido en 2023 en el Posgrado en Ciencias Antropológicas (UAM-Iztapalapa), que pude compartir experiencias y conocimientos con diferentes gestores de cineclubes en CDMX y de otras latitudes, lo que me posibilitó conocer el movimiento cineclubista mexicano desde nuevas perspectivas. 

Para ello, ha sido fundamental comprenderlos desde su importancia como experiencias de visionado colectivo alternas al circuito de exhibición regular, que se caracteriza por la concentración de espacios en las regiones Centro-Sur de la CDMX. Constatar la interrupción de actividades, y también, la permanencia de diversos proyectos, que han ocurrido en medio de numerosos cambios en las políticas públicas y transformaciones tecnológicas. Admirar el gran esfuerzo de sus gestoras(es), que luchan por el reconocimiento del cineclubismo como un eje fundamental de la distribución, etc. Todo esto nos dice que exhibir y resistir, ha sido un norte de acción logrado a partir de mucho voluntariado y ganas de hacer comunidad. Abriendo ventanas para que las películas de diferentes géneros, especialmente las mexicanas, sigan encontrando a sus públicos.

 

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Cineclub Micelio está próximo a cumplir un aniversario más, resultado de un trabajo continuo: desde encender el proyector, cuidar de la escalera al momento de colocar la pantalla de tela, cables rotos, cine-debates, lecturas, conversaciones incómodas y conclusiones pertinentes; con invitados especiales, aplausos, fotografías, gestión de redes, revolver el papeleo necesario para aplicar a convocatorias, volver a romper los cables, estrenar equipo, celebraciones y por supuesto, sin que falten las palomitas en todo este camino.

Sin duda, todo ello ha sido posible por la sinergia del equipo pues compartimos intereses en común: el cine y la política. En una cartelera en la que difundimos cine mexicano, también encontramos la posibilidad de hacer activismo al abrir la conversación alrededor de cuestiones de pertinencia social. Por ello, hemos proyectado cine hecho por mujeres, cine palestino, documentales sociales y recientemente cine sobre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

¿Por qué abrir la conversación a la comunidad con un ciclo sobre zapatismo? Nos resulta pertinente discutir aquellas enseñanzas y principios de los compas en todo el proceso de lucha. La triple efeméride resulta un buen pretexto para rememorar la creación de la primera célula guerrilla en la entonces recóndita Selva Lacandona hace cuarenta años,  la irrupción del EZLN en distintos poblados de Chiapas el 1° de enero de 1994 y reflexionar sobre el legado de los Caracoles cuando se crearon hace veinte años.

Entonces, la temporalidad del movimiento revolucionario nos obliga a reflexionar como sociedad sobre sus matices, sus victorias y las enseñanzas hoy en día. Es así que el ciclo “Zapatismo: 40-30-20” mostró la cronología del movimiento, una mirada desde mujeres cineastas, un acercamiento extranjero, la palabra del Subcomandante Marcos en largas entrevistas, la cotidianidad de los pueblos zapatistas mediante una ficción, la última travesía de los compas en Europa, la lucha por la autonomía y la autorrepresentación con los “Tercios Compas” -autonomobrandose así para diferenciarse de los “medios audiovisuales”-.

Como todo tema político, el ciclo encontró una ferviente participación de los espectadores. Algunxs nos compartieron su visión, otrxs sus conclusiones en trabajos académicos sobre el tema y recomendaciones de libros. Otrxs nos contaron sobre su experiencia en los encuentros zapatistas, una de las espectadoras nos leyó un comunicado de los compas y en el polo opuesto, un señor se mostró en total desacuerdo al movimiento y encendió el debate. 

En conclusión, el cine político sigue detonando conversaciones y emociones. Con esta experiencia nos damos cuenta de cómo, a pesar de la distancia entre los pueblos autónomos zapatistas hasta la comunidad cinéfila capitalina, el cine nos acerca. Entre programadores y espectadores seguimos aprendiendo de los compas, donde resulta cada vez más urgente la búsqueda por la justicia, la democracia, la libertad y la dignidad en nuestro país. A 40 – 30 – 20 años de distancia, la historia sigue vigente y el cine es un buen pretexto para abrir debate.

Hubo una época en que esta ciudad se quedó sin salas. Cuando era niño, mi mamá me llevaba los fines de semana a perseguir muestras, festivales y películas. A veces íbamos a la cineteca, otras al Palacio Chino, a un cine que había en Reforma, otro en Insurgentes y varios más cuya locación ahora mismo no recuerdo. Cada uno tenía su propia programación e identidad, eran espacios mágicos dispuestos para abrir ventanas únicas a diferentes lugares, historias y realidades. Con el tiempo varias de esas salas cerraron y las que quedaron cayeron en un molde específico que las hizo a todas iguales, con los mismos colores, los mismos olores y las mismas películas. Ya no tenía caso buscar porque todas hacían lo mismo y las pocas que se salían del molde normalmente estaban repletas y era muy difícil alcanzar lugar. Las salas sucumbieron ante el mercado y terminaron con la magia. 

Tiempo después, ya como universitario, descubrí las míticas salas de la UNAM y tuve la suerte de adentrarme en su festival de cine de la mano de uno de los grandes maestros del cineclubismo en este país: Carlos Narro. Ahí conocí directores, productores, críticos y exhibidores. Me di cuenta de una necesidad constante: más espacios para recuperar la magia, lugares donde presentar otras películas, otros autores y que rompan el molde que tenía atrapado al cine. 

Fue así como inicié mi camino en el cineclubismo aún antes de entender lo que significaba hacer uno pero con montón de películas que se querían presentar, muchos cineastas que buscaban lugares y, sobre todo, público que necesitaba lugares nuevos con propuestas diferentes. El pulquecinema de la Pulquería Insurgentes duró 8 años en ese tercer piso de la colonia Roma, ahí entendí la importancia de cuidar las condiciones técnicas de un lugar, lo importante que es conocer sobre formatos, permisos y estrategias de difusión. Me aventuré a hacer programas, retrospectivas, concursos y hasta organizamos talleres de los que salieron algunas nuevas películas. Ahora trabajo porque los cineclubes tengan las mejores condiciones de exhibición posibles, que el cine llegue a espacios donde normalmente no llega y que se reivindique esta profesión como un trabajo sumamente valioso para la construcción de imaginarios de una sociedad. 

Al día de hoy el panorama ha cambiado porque de la necesidad surgieron montones de cineclubes nuevos, otras salas de exhibición y quiero pensar que la magia volvió a ocurrir, como aquella que conocí cuando era niño. Eso es lo que provocan los cineclubes en la Ciudad de México, un poco de magia en un entorno moldeado por el mercado.