EL OTRE CINE GÉNEROS Y DIVERSIDADES

Este es el primer número del Blog de los Cineclubes. Comenzamos esta serie de publicaciones bimestrales con el tema Género, Resistencias y Diversidades: El Otre Cine que va de la mano del ciclo temático que propone PROCINE CDMX mensualmente al Circuito de Espacios Alternativos de Exhibición y cineclubes de la Red de Cineclubes de la CDMX.

El tema de este primer número responde a que en mayo y junio celebramos la diversidad y nos unimos a impulsar el respeto, los derechos de todas y todos, y el reconocimiento de las distintas identidades de género; y que mejor que hacerlo desde el cine que nos permite adentrarnos en distintos mundos, conocer distintas historias y aprender que el mundo es de muchos colores y los derechos deben ser para todas y todos.

Invitamos a cuatro personas de la comunidad audiovisual que desde la realización, el cineclubismo, la escritura de guiones, la producción y la promoción del cine, nos narran la importancia de programar, realizar, comentar y difundir películas desde una perspectiva de género y diversidades.
Disfrutemos del Otre Cine.

Nosotras - La Sandía Digital

 

Cuatro cortometrajes situados en diversas geografías del territorio mexicano (Guerrero, Sonora, Jalisco y Ciudad de México), nos conducen a manera de ritual audiovisual, a conocer historias de rebeldía que cuestionan conceptos socialmente construidos en torno al género, las resistencias indígenas y la diversidad cultural.

A través de expresiones artísticas como el teatro, la música y el tejido, se van trenzando las historias de los protagonistas que abrazan la libertad obtenida por medio del acto creador que conlleva la resistencia y la exigencia por sus derechos.

¿De qué se alimenta la identidad? ¿Qué nos convierte en mujeres o en hombres? ¿En qué medida los vínculos que tejemos nos definen? ¿Qué hemos heredado de nuestra familia, del lugar donde nacimos? ¿Qué caminos nuevos hemos construido?  ¿Quiénes cuentan los relatos y quiénes no tienen espacio para contarse? ¿Con qué narrativas se nombran nuestras vidas, las desigualdades y las violencias que vivimos?

Un ciclo que busca abrir preguntas para poner en pausa ese andamiaje de normas que llamamos sociedad, cultura, identidad y darnos la libertad de confrontar sus límites.

 

 

Conferencias – Facultad de Cine

 

A mi no me educaron para ser hombre, lo mío fue una traición a la feminidad.

Adoptar la masculinidad prohibida, jugar con ella, performarla, deleitarme… para después tratar de entenderla a profundidad, fue y es un proceso en el que llevo toda mi vida.

A mis 30 años tuve la primera experiencia como hombre trans de convivir con un grupo de hombres cisgénero en el que no sabían que yo era una persona trans. Fue una experiencia que me sacudió todo el imaginario que tenía alrededor de la masculinidad hegemónica (cis/heterosexual) y que me movió enormemente a pensar en cuanto a cómo era mi performance de género.

En 2020 participé del Solidarilabs México, un espacio creativo con enfoque regional donde cineastas, productores audiovisuales, tecnólogos, periodistas, líderes comunitarios y defensores de los derechos humanos se juntaron para intercambiar y fomentar colaboraciones para generar narrativas nuevas e impactantes sobre temas de justicia social.

En este espacio pude compartir mis inquietudes en torno al tema y surgió una colaboración muy interesante con uno de los participantes, Marco 

 Guagnelli, un actor y teatrero con gran experiencia en la realización de talleres de teatro dentro de reclusorios en Ciudad de México.

A partir de conversaciones y ejercicios fuimos diseñando un taller para trabajar masculinidades en la cárcel a través del teatro. Desde un inicio la idea me motivó, entendiendo la masculinidad como un ejercicio teatral, performativo, pero también como una suerte de cárcel de la que muchas personas que fueron asignadas hombre al nacer no tienen la oportunidad de cuestinarla, escaparse, en definitiva, de fugarse.

A partir de este taller surge La Fuga (2021), como un ejercicio documental basado en este taller de masculinidad con hombres que fueron privados de su libertad y que ahora están en la calle. Este cortometraje trata de hilar estos tres ejes: masculinidad, cárcel y teatro, para poderlos complejizar a traves de su trenzado.

La Fuga acompaña el viaje interno de ocho hombres, que a través de un taller de teatro van transitando por las diferentes prisiones que habitan.

Practicando el arte de verse viéndose, en palabras de Boal, este grupo de hombres reflexiona sobre su masculinidad como una representación para ocultar su verdadera fortaleza: su vulnerabilidad. 

Los cineclubes son espacios imprescindibles para dar a conocer películas que se encuentran fuera del circuito comercial, dialogar, reflexionar, ayudar a desarrollar el juicio crítico de las personas, formar audiencias receptivas y, sobre todo, sentipensar sobre temas de interés social e individual.

El cine también tiene un papel importante, se busque o no, en la transformación de comunidades, ya que la experiencia fílmica, ese conjunto de reacciones psicoemocionales que nos suceden mientras miramos una película, abre la posibilidad de sensibilizar (nos) frente a fenómenos como la discriminación y la violencia por razones de género.

En ese sentido, las personas que trabajamos en los cineclubes somo susceptibles de convertirnos en agentes de cambio de distintas maneras, ya sea compartiendo lo que hemos aprendido sobre lenguaje cinematográfico para generar audiencias que desarrollen otras formas de apreciar el séptimo arte; o facilitando conversaciones entre la audiencia, creadores (as), expertos (as) y todas aquellas personas interesadas en abordar temas como la diversidad sexual, genérica, étnica; la discriminación y la violencia por razones de género.

Sin darnos cuenta, intervenimos a nuestras comunidades a partir de compartirles películas que consideramos pueden ser de su interés, lo que en muchas ocasiones abren la posibilidad de hablar sobre un tema, lo que

desencadena la expresión de emociones, anhelos, frustraciones, creencias, valores y un largo etcétera. Es en ese intercambio, en un espacio que consideramos de esparcimiento, a veces, suceden transformaciones, algo nos hace mirar distinto. De tal suerte que nuestros cineclubes resultan una pieza fundamental para transformar actitudes y conductas, aún cuando nuestro objetivo sea otro.

Personalmente considero que el cine es una herramienta de cambio social, sea la intención de las y los realizadores y de nosotres mismes, o no. Los cineclubes se han convertido en espacios de diálogo y transformación, y nosotres, quienes amamos el cine y lo compartimos con otras personas, podemos contribuir en nuestras comunidades a que, juntes, caminemos hacia una sociedad en la que las diferencias y la diversidad se resignifiquen y dejen de ser motivo de desigualdad, rechazo y violencia.

 

 

Como hija prodigiosa de lo romántico, siempre me gustó más lo sutil que se colaba entre líneas, lo que estaba detrás de la cara visible, el misterio místico de lo no dicho, lo nombrado en el susurro del lado oscuro.

Nunca pensé que esa invisibilidad romántica que rondaba mis sentipensares y anhelos narrativos, eran ríos profundos de violencias borradoras de universos completos, incluyendo el mío.

Proyectar: hacer visible y audible una obra cinematográfica cuya carga simbólica se despliega ante los, las, les asistentes quienes creen identificarse en modelos impuestos por una cultura hollywoodense y mexicana “aspiracional”.

Cuando la verdadera representación ocurre en pantalla grande tiene efectos irreversibles: en ese momento se da una cuenta que lo que vió antes era tan alejado de los sueños, de las palabras, de las emociones, de la piel.

Comienza la búsqueda de filmografía con referentes no más impecables sino cercanos, espejeantes de la imperfección y la diversidad de lo que somos las mujeres. Incluso obras que reflexionan y ponen en jaque social, cultural e histórico el significante femenino.

Por ello/ella/elle no es solo una misión sino un deber poner al alcance de esas búsquedas; narrativas con las cuales dialogar y reír por el reflejo genuino de nuestros múltiples YO(individuales y colectivos). Proliferar a lo largo y ancho del monstruo citadino esos mundos que ya existen pero que no sabíamos eran posibles, a pesar de haberlos soñado en carne y hueso.

 

 

Recuerdo una vez en la que un señor, que debe andar por sus 60 y tantos años, que coordina un cineclub en la periferia de la Ciudad de México, se le ocurrió utilizar la palabra “feminazi” para referirse a algunos acontecimientos sucedidos alrededor de una protesta feminista. El comentario generó toda una discusión entre el grupo conformado principalmente por exhibidorxs, la mayoría de quienes mostraban un repudio a esta forma de expresarse así sobre las mujeres que se manifiestan. Sin embargo, ese hecho, provocó que se conformara un grupo de reflexión en donde el objetivo era generar una herramienta de sensibilización para la exhibición con perspectiva de género, donde uno de los principales cuestionamientos era el papel que tienen las personas que hacen exhibición, para referirse a temas diversos de derechos humanos, pero especialmente a los que requieren que exista este “filtro violeta”.

En ese sentido, hemos visto que es muy importante que se busque equidad de género en los equipos, pues a veces hay cosas que sólo quienes nos definimos como mujeres, podríamos señalar o tomar en cuenta respecto a cosas tan importantes como la programación: cómo seleccionamos las películas, qué tal si cuestionamos quiénes las hacen, desde qué perspectivas, cómo representan a personajes femeninos y a las disidencias sexogenéricas en la pantalla, cómo pueden llegar a cambiar las producciones hechas con equipos enteramente femeninos, diversos o sin

ellos. Pero en el camino que recorre una película, especialmente cuando se termina, ¿qué responsabilidad tienen las personas que exhiben? En el barrio es complicado pensar en que se cuestionen ciertas prácticas misóginas y violentas contra mujeres, pero el cine puede ser un catalizador para detonar conversaciones incómodas, para hacernos conscientes de ciertas problemáticas, para mostrarnos puntos de vista en los que no habíamos pensado.

En una época en donde el despertar feminista y de las nuevas generaciones que cuestionan el estatus quo toman una relevancia social,  incluir la perspectiva de género en el cine de barrio ya no es algo opcional, es algo necesario y en lo que podemos buscar formarnos como productorxs de cine pero también como exhibidorxs.

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