En el último número del blog  “De cineclubistas a cineclubistas: Experiencias en el circuito de exhibición y red de cineclubes de PROCINECDMX”, compartimos las historias inspiradoras de cuatro proyectos emblemáticos: Tristessa Café, FARO Indios Verdes, Carnales Dos, y Cine con Sentido. Los autores de estos espacios narran cómo surgieron sus cineclubes, impulsados por un profundo amor al cine y un compromiso con la cultura comunitaria. Desde las primeras proyecciones hasta su consolidación como referentes en el circuito, cada uno de ellos nos lleva en un viaje único por el mundo del cineclubismo, resaltando la importancia de la exhibición independiente y la creación de redes entre cineclubistas en la Ciudad de México.

 

 

“La calle es de todos” es nuestro grito de batalla, y con esto en mente extendemos las actividades culturales de Tristessa, barra de café, y aprovechamos la cortina de la accesoria contigua para colgar una pantalla y proyectar documentales relacionados con la música. Básicamente, así surge Nocturama, el cineclub de Tristessa, que forma parte del Círculo de Cine Álamos, una iniciativa que abarca tres lugares dentro de la colonia del mismo nombre, con la consigna de acercar a los vecinos a diversas proyecciones con temáticas variadas y alejadas de los grandes estrenos y blockbusters. Buscamos fortalecer los lazos comunitarios a través del diálogo que se extiende al final de cada presentación, permitiendo que todos formemos parte de una experiencia grata y enriquecedora, como lo es sentarse en la oscuridad y contemplar absortos lo que sucede en la pantalla.

Mientras el mundo no para de girar, los camiones pasan, las motos rugen y aceleran en una calle secundaria, la gente se agacha al pasar frente a la pantalla y se detiene a observar por un momento lo que acontece. Los más desinhibidos preguntan qué es, observan un rato y se marchan. Nos gusta pensar que Nocturama es un respiro de frescura y una gran opción de viernes por la noche, poder tomar un café o una cerveza mientras ves un documental interesante, conocer a otros vecinos y regresar caminando a casa, sabiendo que la calle se siente más segura cuando la comunidad se reúne, con el único pretexto de ser salvados por 24 cuadros por segundo, el sueño de Godard vuelto realidad.

 

Tenemos 14 años tejiendo sueños, floreciendo en redes y construyéndonos en comunidad. La Fábrica de Artes y Oficios del Norte-Norte de la ciudad, donde los guardianes de Tláloc nos guían en medio de los cerros, ha compartido historias que navegan en los horizontes del cielo, el bosque, la tierra y los lenguajes.

El cine es uno de los viajes que ha acompañado a la mitad de esta vida llena de experiencias, dentro y fuera de estos muros de madera. Formar parte del circuito de PROCINE es como abrir las puertas a las ventanas de comunidades lejanas y cercanas, que nos han compartido —a través de la imagen en movimiento— historias de sueños, ficciones, historias vivas y lugares que nos permiten ver con los ojos de otros territorios.

Este año, en el viaje hacia los 15 años, las ventanas del audiovisual encontraron su hogar en las comunidades que el FARO abraza en comunidad. El cine mexicano es parte de compartir un poco de lo que ha sido nuestra memoria en la sierra de Guadalupe, en la Ciudad de México y en el interior de otros estados, unidos por lo que define a este cine: lo mexicano, la raíz y la memoria en movimiento.

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De una u otra forma, el cine ha formado parte de nuestras vidas. Tenía menos de seis años cuando tuve mi primera experiencia con un cineclub, en la Parroquia de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, en la calle 20 de Noviembre, cerca del Deportivo Eduardo Molina en el DF. La película fue “Un millón de años antes de Cristo”. Al regresar a casa, toda la vecindad asustada me buscaba.

Después, en Ecatepec, en el año 1975, en condiciones parecidas a la película “Roma” (es decir, en casas de cartón), un hombre llevaba una vez al año un proyector de carrete, y por 20 centavos disfrutábamos de una película y colaborábamos con la construcción de la escuela. Durante la secundaria, ya en Ciudad Azteca, un amigo llamado David consiguió un proyector viejo. En su casita humilde, y en un lote baldío, proyectaba películas como “Barbarella”. Fue un gran maestro, sin saberlo.

No obstante la competencia con cines muy cercanos como el Cinema Central, los Plaza Aragón, el San Agustín, los Cines Gemelos Soles, el Cinema Azteca y el Arte Cinema Azteca, no dejábamos solo al amigo David, pues su cineclub era como nuestro, de las calles Chichimecas y Mixtecas y Sur 101, esto durante los años 1979-1981. Pero aparecieron las videocaseteras y todo cambió. Los cines se vaciaron poco a poco, el proyector de carrete ya no tenía razón de ser.

Con la crisis del error de diciembre en 1994, los cines desaparecieron. Era más barato comprar una película pirata que pagar un boleto para una función. Solo uniéndose pudieron sobrevivir esa crisis que nos trajo Cinemex y Cinépolis. No se ha podido recuperar hasta nuestros días. Extraño esas salas llenas con dos películas e intermedios, y al cineclub de David, donde me reencontraba con amigos vecinos y compañeros de trabajo. Cuando querías enamorar a una chica, la invitabas al cine, y muchas veces mandabas a su hermanito a comprar las palomitas para dar el primer beso. Esa nostalgia nos hace vivir con la ilusión de revivir, al menos en parte, aquel hermoso tiempo de convivencia social.

En el libro “Historias de un libro club” narro detalladamente mi experiencia con el cineclub Los Carnales Dos. El cine siempre me hace feliz.

Con el propósito de no hacerlo tarde, decidí en esta oportunidad compartir en este blog un poco acerca de nuestra necesidad de desarrollo como gestores culturales y la defensa de los derechos culturales de la población en la CDMX. 

Un asunto que, dada la visión que norma nuestro cineclub, Cine Con-Sentido, nos requería avanzar a grandes pasos en nuestra formación. Y fue así como decidimos apoyarnos en las convocatorias del Fideicomiso para la Promoción y Desarrollo del Cine Mexicano, PROCINE CDMX, una opción que con el paso de los años se convirtió en una medida mágica, gracias al apoyo que nos ofrecieron y que sucedió, afortunadamente.

Ahora, después de algunos años, a nombre de nuestros públicos, asociados y programas sociales que logramos fortalecer, queremos darles las gracias por su invaluable apoyo, por la provisión de materiales filmográficos, capacitación, programas y atención a las iniciativas presentadas. Gracias por todo esto que se nota.

Ahora podemos, con gratitud, darles nuestro reconocimiento por su apoyo, por ayudarnos a cumplir con programas dirigidos a la niñez, en contra de la violencia a la mujer, y de manera importante, a la población de personas mayores que viven en la Ciudad de México.

Participar en la conformación de los consejos de las alcaldías para la defensa de los derechos humanos de las personas mayores, en entrevistas internacionales, muestras fotográficas en espacios institucionales como la Clínica 17 del IMSS (inédito), estímulo a 600 profesionales en la atención a la población durante la pandemia, mismas que fueron reconocidas mediante un reconocimiento estatal, denominado “Carta Sorora”.

Cine-debates en espacios extraordinarios como la Cineteca de las Artes del CENART, Centro Cultural y de las Artes UNAM, Centro Universitario de Cultura A.C., Teatro Legaria del IMSS, además de “Muestras de Arte Cinematográfico Metropolitano”.

Gracias al incuestionable apoyo por parte de su director, Cristian Calónico, además de la generosa disposición de su equipo, un colectivo con el que logramos facilitar una coordinación interinstitucional entre entidades de educación superior, ONGs y del Gobierno de la CDMX.

Cómo no mostrar nuestro agradecimiento después de este portentoso resultado.

Saludos fraternos a la comunidad de cineclubistas de la Ciudad de México.

 

 

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